Sunday, October 11, 2009

Cruzar

Había caminado mucho hasta llegar allí, donde terminaba la calle. Parada sobre el cordón de la vereda, detenida, abría su cuerpo para absorber el sol con cada uno de sus poros. Cansada de caminar, de andar, esperaba un rapto de intensidad, un impulso que la retornara a quien había sido. Que la obligara a cruzar.
Cruzar, un acto tan cotidiano y aparentemente tan simple, puede no serlo para algunos. Probar nuevos recorridos, animarse a cruzar la calle. A pasar al otro lado. A continuar por un lugar nuevo, desconocido.
Allí, esperaba, detenida. A su alrededor todo era movimiento, ruido. Detenerse para recuperar esos momentos gobernados por las intensidades y los deseos, sin temores ni especulaciones. Construir un destino. O destruirlo.
Quizás había llegado hasta allí, y ese era el fin de su recorrido, ahora sólo le quedaba dar media vuelta, ya no había tiempo para cruzar.
Un pie comienzó a deslizarse, saliendo del cordón, aventurándose al vacío. ¡No! Podrían pasar miles de cosas, catástrofes, demonios. Podría morir de sólo largarse a cruzar. Hay que tener cuidado, mucho cuidado.
Pero su pie sólo sentía un impulso, un impulso sordo. Impulso de dejarse caer, de cruzar, de aventurarse. Podría no volver de allí. Podría ser un error fatal.
Pero su pie se apoya en la calle y produce el tan temido desequilibrio. Ahora había que decidir.
¿Por qué era tan difícil dar ese paso, abandonarse a la sabia inercia de sus deseos, si ya nada le importaba?
Y ahí esperaba, las manos abiertas, los ojos cerrados, esperando que algo o alguien la empuje quizás, esperando, un pie en el aire, en completo desequilibrio. Allí parada al borde de su libertad.
Había cruzado tantas calles y ahora quedaba detenida allí, sin poder avanzar.
De pronto sintió una extraña brisa. Había dado el paso.

Monday, June 01, 2009

La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en sus esclavos. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos.
No es fácil ser un hombre libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación. Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia.
G. Deleuze